El botijo andaluz, también conocido como «búcaro» en tierras andaluzas (debido a su procedencia del latín «boculum» que significa vaso o copa) es un símbolo representativo del sur de España, especialmente de Andalucía. Aquí, el agua fresca se convierte en un valioso tesoro en aquellos días de verano donde el sol y las altas temperaturas están más presentes. Su origen en Andalucía se remota a épocas musulmanas, siendo ésta una herencia más por la que los árabes han dejado huella en nuestra cultura.
En Andalucía, el botijo artesanal ha ido cumpliendo con diferentes propósitos a lo largo de los años. Ha sido de vital importancia en la agricultura, esencial en esta tierra, donde los agricultores lo han utilizado para calmar la sed durante las largas horas de trabajo bajo el intenso sol.
Además, el botijo también ha jugado un gran papel como elemento decorativo en las casas y los patios tradicionales andaluces, aportándoles autenticidad y sencillez. Un ejemplo que perdura hasta el día de hoy lo tenemos en Córdoba, ciudad donde se celebra el Festival de los Patios, denominado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Es muy habitual que en los pequeños patios aflorados y repletos de macetas hubieran botijos que cumplían con la función de almacenar y conservar el agua fresca que se obtenían de los pozos de los patios.